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Cuenta una leyenda que en un tiempo antiguo en lo más profundo de los Cárpatos existía un pequeño pueblo aislado del resto del mundo donde los inviernos se hacían enteros y rara vez brillaba la luz del sol. Las nubes cubren esas zonas montañosas durante gran parte del año y las nieves casi perpetuas hacen difícil sobrevivir en un lugar así.
En este extraño y desolador paraje un personaje sombrío se encuentra agachado en mitad de la calle principal del pueblo. En un instante vuelve la cabeza. Ha oído algo.
Parece que hay alguien más ahí afuera, no se para a ver quién le espía. Las nubes cubren la luz de la luna por un instante que con gran habilidad es aprovechado por el siniestro personaje para desaparecer en la niebla.
Ciertamente le estaban espiando. El acusador sale a la calle y grita para que todos salgan de sus casas logrando en pocos instantes reunir a todo el pueblo en la calle.
Todos se imaginan porque han sido llamados pero solo la visión de la sangre que cubre parte de la calzada de piedra recalca el siniestro presentimiento.
Ha habido otro asesinato y ya van tres en la última semana. Los aldeanos no soportan más la opresión del miedo y sólo existe un sospechoso y decidieron ir a por el culpable
El asesino era señor del castillo y dueño de toda la región, que gobierna sin piedad desde su lóbrega mansión matando y abusando a placer de sus súbditos.
Fuego y humo de antorchas mezclado con lanzas, estacas y hoces junto a todo tipo de utensilios que pudieran ser utilizados como arma. Los aldeanos se han rebelado y marchan juntos hacia el castillo que se alza en la colina.
Mientras llegan se esta sucediendo una escena en lo mas alto de la torre. El asesino esta frente a frente con un brujo encapuchado. El asesino había estado matando aldeanos para pagar una deuda de sangre que tenia para con él y era el momento de ver si su sacrificio era digno de quitarle la maldición que iba a pesar sobre sus hombros.
Los aldeanos mientras tanto echan la puerta abajo e intentan alcanzarle para hacerle pagar. El brujo le da a beber al asesino una copa con la sangre de los inocentes, y el asesino cae al suelo como si le faltasen las fuerzas. Al parecer el sacrificio no era digno de eliminar la maldición.
Discuten unos momentos y finalmente el brujo se desvanece dejándole maldito para toda la eternidad, un sufrimiento eterno. Cuando los aldeanos llegan a la torre el asesino siente que ha llegado el fin y decide sucidarse tirándose al vacio.
Sin embargo pasado un tiempo despierta lejos de su castillo, el rio al que cayó al lanzarse le había arrastrado muchos kilómetros pero aun asi no había muerto. Estaba maldito. Ni vivo ni muerto.